El «pánico a los tendidos eléctricos»
La muerte del instalador de la Western Union, John Feeks, llevó finalmente a la aprobación de leyes para colocar las líneas de CA bajo tierra en la ciudad de Nueva York.
El 11 de octubre de 1889, John Feeks, un instalador de líneas de la Western Union, estaba en lo alto de la maraña de cables eléctricos aéreos en lo que se suponía eran líneas de telégrafos de bajo voltaje en un ajetreado distrito de Manhattan. Mientras la multitud recorría la calle a la hora del almuerzo, Feeks se agarró a una línea cercana que, desconocida para él, había entrado en contacto a muchas manzanas de distancia con una línea de CA de alto voltaje. La sacudida entró por su mano derecha desnuda y salió por su pie izquierdo, a través una de sus botas de escalada equipada con clavos de acero. Falleció casi al instante. Su cuerpo quedó enredado entre la maraña de cables, chispeando, ardiendo y humeando durante casi una hora, mientras una multitud horrorizada de miles de personas se congregaba debajo. El origen de la descarga que mató a Feeks no se pudo determinar, a pesar de que las líneas de la Compañía Iluminadora de Estados Unidos se encontraban cerca (Stross, 2007, p. 179).
La muerte pública de Feek provocó una nueva explosión de personas que temían las líneas eléctricas sobre sus cabezas, en lo que se ha llamado el «Pánico al tendido eléctrico» (Klein, 2010). La culpa pareció centrarse en Westinghouse, ya que habiendo comprado muchas de las compañías de iluminación involucradas, la gente asumió que la muerte del operario fue culpa de una de sus empresas subsidiarias. Los periódicos (Klein, 2010) se unieron a la protesta pública tras la muerte de Feeks, señalando que la vida de los hombres «era más barata que el aislamiento de los cables» y pidiendo a los ejecutivos de las empresas de CA que cargaran con el homicidio involuntario. El 13 de octubre de 1889, el «Times-Picayune» de Nueva Orleans señaló: «La muerte no se detiene en la puerta, sino que llega directamente a la casa, y tal vez cuando cierras una puerta o enciendes el gas te matan». La reputación de Harold Brown (Essig, 2009, pp. 217) se rehabilitó casi de la noche a la mañana. Los periódicos y revistas buscaban su opinión, y los reporteros lo seguían por la ciudad de Nueva York, donde medía la cantidad de corriente que se escapaba de las líneas de alimentación de CA (Essig, 2009, p. 218).
La muerte de Feeks marcó la primera vez que Edison denunció públicamente la corriente alterna.
En la cima de la guerra de corrientes, el propio Edison se unió al debate público por primera vez, clamando contra la corriente alterna en un artículo de noviembre de 1889 en el «North American Review» titulado: «Los peligros de la iluminación eléctrica».
Edison propuso la idea de que enterrar las líneas de alta tensión no era una solución, y simplemente movería las muertes a la clandestinidad y sería una «amenaza constante» que podría terminar con la instalación de otras líneas que amenazan los hogares y las vidas de las personas (Stross, 2007, p. 179) (Jonnes, 2003, p. 200). Declaró que la única manera hacer que la CA fuese segura sería limitar su voltaje, y juró que Edison Electric nunca adoptaría la CA mientras él estuviera al frente (Stross, 2007, p. 179).
George Westinghouse fue repentinamente puesto en el papel de un «villano» tratando de defender las instalaciones de CA montadas sobre postes que sabía que eran inseguras, e intentó esquivar las preguntas de los periodistas tratando de señalar todas las otras cosas en una gran ciudad que eran todavía más peligrosas (Klein, 2010) (Stross, 2007, p. 179). El mes siguiente lo hizo mejor en su respuesta publicada en la North American Review, señalando que su sistema de CA/transformador en realidad utilizaba voltajes domésticos más bajos que el sistema de CC de Edison. También señaló 87 muertes en un año causadas por los automóviles en las calles y la iluminación de gas frente a solo 5 electrocuciones accidentales y sin muertes en los hogares atribuidas a la corriente alterna (Stross, 2007, p. 179).
Entre la multitud que vio a Feeks había muchas personas influyentes de Nueva York, debido a que el lugar del accidente estaba cerca de las oficinas del gobierno municipal, y el espeluznante asunto los impulsó a la aprobación de la ley sobre la instalación de servicios subterráneos (Stross, 2007, p. 178). Las compañías eléctricas involucradas obtuvieron una orden judicial evitando que sus líneas fuesen cortadas de inmediato, pero tuvieron que apagar la mayor parte de su iluminación hasta que la situación se resolviese, sumiendo a muchas calles de Nueva York en la oscuridad (Klein, 2010, p. 292). La legislación que ordenaba la retirada de todas las líneas de servicios aéreas fue finalmente confirmada por el Tribunal Supremo de Nueva York en diciembre. Las líneas de CA fueron cortadas manteniendo muchas calles de la ciudad de Nueva York en la oscuridad durante el resto del invierno, ya que los supervisores del ayuntamiento de la ciudad, que se suponía que debían supervisar la construcción de las conducciones subterráneas, poco habían hecho al respecto (Jonnes, 2003, p. 200).
Gracias a Consorcio de ingeniería eléctrica por compartir esta interesante información.