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Usuarios se oponen a la luz del alumbrado público que ganó un Nobel

Las LED azules son las más eficientes de su clase, pero los primeros proyectos de alumbrado público han recibido fuertes críticas por alterar la fauna y hasta los ritmos circadianos del sueño.

 

Crédito: Ethan Miller (Getty Images).
Crédito: Ethan Miller (Getty Images).

 

Los diodos emisores de luz (LED, por sus siglas en inglés) son cada vez más baratos y las ciudades tienen cada vez más incentivos para reducir su consumo eléctrico. Ambos factores están propiciando que cada vez haya más farolas LED instaladas en distintos municipios del mundo. Pero los residentes de estos municipios tienen un problema, al menos en EEUU: no les gusta la luz que emiten.

 

Hasta hace poco, la mayoría de las farolas LED que se instalaban tenían un matiz azul. Y desde que se instalaron, los ciudadanos han empezado a quejarse tal y como informa IEEE Spectrum. Sus réplicas abarcan desde su impacto sobre la contaminación lumínica hasta su efecto sobre la vida silvestre. E incluso la gente concienciada con reducir el consumo energético se siente dividida respecto a este tema, como explica el autor del artículo, Jeff Hecht:

 

Cuando la ciudad de Newton (EEUU) anunció planes de instalar farolas LED en 2014, me sentía optimista. Apoyo la conservación energética y me gustaban las bombillas LED de mi despacho. Pero meses después, al volver de unas vacaciones rurales, me quedé de piedra al encontrar mi barrio iluminado por un marcado resplandor azul que oculta casi todas las estrellas del cielo nocturno.

 

La razón por la que la iluminación LED parece tan azul se debe a su propia eficiencia. Las LED azules, cuya invención se hizo con un Premio Nobel, rinden mejor que las de cualquier otro color. Así que las LED blancas en realidad son LED azules a las que se le han incorporado materiales para absorber parte de la luz azul y reemitirla en forma de luz amarilla. Esto demuestra que es posible hacer que las LED tengan un tono más cálido, pero esta preferencia aumenta su consumo energético. Así que para reducir costes, muchas ciudades se han decantado por dejar las cosas en el lado azul del espectro.

 

Pero cada vez hay más pruebas de que la iluminación azul no es buena idea. En una nota publicada en verano, la Asociación Médica de Estados Unidos explicó que este tipo de farolas «genera un deslumbrimiento nocturno más pronunciado» y «tiene un impacto cinco veces mayor sobre los ritmos circadianos del sueño» que las farolas convencionales.

 

Los fabricantes de LED han intentado solucionar el problema con nuevos sistemas de iluminación LED rojos de mayor eficiencia energética que pueden ser añadidos para modificar la calidad de la luz. El nuevo hardware está siendo empleado en cada vez más ciudades, aunque no sirva de consuelo para Hecht ni para cualquiera que ya haya instalado la hostil palidez azul.

 
Fuente: technologyreview.es

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